Noticias - 14 de junio de 2023

Una "solución concreta" para la transición ecológica del sector de la construcción

Escrito por Bertrand Piccard 2 min lectura

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Todos los especialistas en construcción conocen los puntos fuertes y débiles del hormigón. Desde la antigua Grecia, la humanidad ha construido sus cimientos, literal y figuradamente, con hormigón. Sí, había diferentes mezclas, sobre todo a base de cal o arcilla, pero el principio era el mismo: construir estructuras fuertes y resistentes. El hormigón moderno tiene la ventaja de resistir muy bien una fuerza que lo comprima: no se rompe. Esto es menos cierto cuando se somete a tensión o flexión. El hormigón no se deforma ni se dobla, simplemente se rompe.

Se inventaron sistemas y procesos para reforzar la estructura y hacerla más resistente al movimiento. Por ejemplo, las barras de refuerzo que se ven a menudo en las obras, cientos y cientos de metros de acero que estabilizan y refuerzan la estructura de hormigón. Luego está la malla soldada, también de acero, que se inserta en el hormigón. El hormigón forma una especie de molde de gofre alrededor de estas mallas. Aquí es donde la situación deja de ser ideal. Es cierto que el hormigón se refuerza y pasa a ser capaz de soportar la tensión del material, pero con el tiempo las mallas y las barras pierden su capacidad para resistir las fisuras, y puede producirse un deterioro. Bekaert, socio de la Solar Impulse Foundation, ha certificado la solución Dramix, que consiste en integrar fibras de acero directamente en el diseño del hormigón. Estas fibras, que parecen finas grapas alargadas, están presentes por miles en un bloque y lo consolidan, creando muchos más puntos de resistencia que las soluciones tradicionales. Así, cuando el hormigón se somete a tensiones y se agrieta, las fibras limitan al máximo el impacto de la grieta, prolongando la vida del hormigón y de la propia construcción. No evitan las grietas, no hacen el material más duro sino más resistente, manteniéndolo compacto y sano durante mucho más tiempo.

Además, Dramix es mucho más respetuoso con el medio ambiente. Como las fibras se disponen de forma homogénea, el contratista necesita menos material para su hormigón, lo que reduce las emisiones de CO2 hasta en un 35%. Esta optimización también significa que se utiliza menos hormigón durante la construcción, ya que las losas son más finas, lo que reduce el consumo de acero (¡hasta un 50%!) y de agua (5,5% por cm menos de hormigón). Todo ello aumentando la durabilidad en un 25%, lo que por supuesto reduce los costes de explotación y mantenimiento, de nuevo hasta en un -50%. Esta es la elección del Grand Paris, que está construyendo unos 4 km del nuevo metro de París con este sistema.

A menudo les hablo aquí de soluciones nuevas, emergentes, que buscan implantarse en su sector. Las fibras de acero existen desde hace más de 40 años, y Bekaert aspira a producir más de 323 millones de toneladas de aquí a 2027. Se trata, pues, de una solución consolidada, rentable, lógica y, sencillamente, más eficaz. Pero el mundo de la construcción sigue siendo conservador, aferrándose a lo que "siempre ha funcionado bien". No es nuevo ni único, pero hay que tomarse tiempo para explicar las ventajas, presentarlas y, sobre todo, cambiar la mentalidad. Es la única manera de construir... mejor.

*Este artículo procede de Les Echos/Investir, donde Bertrand Piccard escribe una columna mensual*.


Escrito por Bertrand Piccard en 14 de junio de 2023

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