Opinión - 17 de noviembre de 2022

La "eco-ansiedad" no es la enfermedad, sino la inacción

Escrito por Bertrand Piccard 4 min lectura

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La COP 27 pone de manifiesto una clara constatación: Las emisiones de CO2 superarán su nivel récord en 2022. ¿Corre el riesgo de que este anuncio aumente el síndrome de "eco-ansiedad" del que cada vez se habla más? Ciertamente, pero ese no es el problema.

Decir, como se suele decir hoy en día, que la eco-ansiedad es la enfermedad mental del siglo XXI, equivale a negar la realidad del cambio climático. Ante un peligro tan real, ¿nos equivocamos al tener miedo, al estar asustados por la situación y frustrados por no ver a los responsables adoptar medidas urgentes? Los eco-ansiosos se creen enfermos, pero no es así. Lo que me preocupa, en cambio, son los individuos que siguen su pequeña vida como si nada hubiera pasado, que no se angustian por el desastre que se está gestando o que piensan que ya se ha hecho bastante. Son los más enfermos y los que hay que tratar, porque no tienen ni idea de la realidad del mundo.

Como psiquiatra y ecologista, yo también tengo ansiedad ecológica. Si no sintiera esa ansiedad, no dedicaría todo mi tiempo a intentar salvar el medio ambiente. Y ésta, en particular, es la razón que me llevó a crear la Fundación Solar Impulse.

Así pues, la cuestión no es saber cómo curar la eco-ansiedad, como se curaría una neurosis o una psicosis, sino cómo evitar que nos paralice de tal manera que nos aprisione en la depresión. Porque la verdadera enfermedad es la eco-depresión: un sufrimiento hecho de impotencia, de culpa y de tristeza, que representa una ausencia total de futuro y nos persuade de que ya no sirve de nada actuar de ninguna manera. La inacción es la enfermedad, no la eco-ansiedad.

El sentimiento de impotencia, que tanto sufrimiento provoca en la eco-ansiedad, sólo disminuirá si se convierte en un acicate para reaccionar, para despertarnos a nosotros y a los que nos rodean. Recuperaremos nuestra energía vital en cuanto nos decidamos a actuar para obtener un resultado, por pequeño que sea, en lugar de quejarnos. Cuando hablo de actuar, no es con el objetivo de salvar el mundo por nuestra cuenta (la desesperación sólo sería mayor), sino de esforzarnos por mejorar lo que podamos en nuestra propia vida, describir soluciones en las redes sociales, animar a nuestros familiares y amigos a cambiar, contactar con un periodista que conozcamos o con un cargo electo local.

Lo que resulta desalentador es tratar de emprender sin éxito una acción que no es posible a nuestro nivel. Un individuo, y más aún un niño, no puede contribuir al cambio de la misma manera que un líder empresarial o un primer ministro. Sin embargo, pequeñas acciones, adaptadas al nivel de cada uno, son suficientes para crear una dinámica favorable.

A los niños que preocupan a sus padres con su ansiedad ecológica, hay que explicarles que la vida siempre ha sido una aventura fascinante y difícil, con altibajos. La humanidad siempre ha conocido las crisis: en la época de los egipcios, de los griegos, de los romanos, en la Edad Media e incluso más recientemente, ha habido guerras, revoluciones, epidemias... y los hombres han conseguido cada vez transformar en evolución lo que creían que era el fin del mundo. Hoy, mostremos a los jóvenes cuáles son las profesiones prometedoras e inspiradoras en las que pueden marcar la diferencia, ya sea en los campos de la eficiencia ecológica, las energías renovables, las construcciones sin carbono, la informática para diseñar redes inteligentes, la participación en la política o el trabajo en los medios de comunicación.

A menudo pienso en una imagen conmovedora de los disturbios de Los Ángeles en la década de 1990, que muestra a dos propietarios de tiendas devastadas y saqueadas. Uno estaba sentado entre los escombros, llorando con la cabeza entre las manos. El otro, armado con una escoba, ponía en orden su tienda para reabrirla lo antes posible. Eso es resiliencia. Yo era estudiante de medicina cuando vi esta foto en un periódico y fue la que orientó mi elección de dedicar mi tesis doctoral a "Aprender a través de las pruebas: el aspecto revelador del accidente, la enfermedad y la desgracia". ¿Qué podemos aprender de las grandes catástrofes de la vida? Debemos tener siempre presente que, aunque no seamos responsables de lo que ocurre en nuestra existencia, podemos hacernos responsables de lo que hacemos con ella.

Publicado por primera vez en La Tribune y Le Temps

Escrito por Bertrand Piccard en 17 de noviembre de 2022

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