Opinión - 11 de diciembre de 2023

¿Se trata de una Micro o Macro-COP?

Escrito por Bertrand Piccard

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declaración aceptable para todas las partes. Podemos sentir cómo se acerca la línea de meta en un ambiente de enormes salas vacías, con los negociadores aislándose en despachos cerrados para intentar llegar a un acuerdo, y los cerca de 100.000 participantes empezando a marcharse a casa.

El mundo sólo juzgará esta COP por el trato que se dé a los combustibles fósiles, pero aún no se ha encontrado el lenguaje que pueda llevar a todos los países del mundo a un consenso. Es comprensible que el compromiso de reducir o incluso abandonar el petróleo y el gas resulte muy difícil para los países productores de petróleo. ¿Por qué deberían serrar la rama en la que están cómodamente sentados? En este contexto, si no se puede reducir la oferta, redoblemos nuestros esfuerzos por el lado de la demanda para reducir el consumo, desplegando las fuentes renovables que se han abaratado mucho y las miles de soluciones que existen hoy para hacer nuestra sociedad más eficiente y menos intensiva en energía.

Sea cual sea la forma que adopte la frase final, ¿qué conclusiones podemos extraer?

La conferencia tuvo un buen comienzo, evacuando el primer día la cuestión potencialmente venenosa del Fondo de "Pérdidas y Daños", un punto crucial para la justicia Norte-Sur que puede y debe garantizar la transición ecológica. Este avance es más simbólico que otra cosa. Con este fondo, se ha puesto un sumidero, pero quedan dos interrogantes: quién abrirá realmente el grifo (las promesas de financiación ascienden a 700 millones de euros, una cifra anecdótica comparada con los objetivos iniciales), y hacia dónde fluirá el agua, es decir, qué tipos de proyectos deben financiarse, y en qué términos y condiciones.

A lo largo de las dos semanas, se sucedieron los anuncios, y sería demasiado largo enumerarlos todos aquí: 63 países que se comprometen a reducir sus emisiones del sector de la refrigeración al menos un 78% por debajo de los niveles de 2022 para 2050; 130 países que se comprometen a triplicar la capacidad de energía renovable y duplicar la eficiencia energética; 50 empresas de petróleo y gas que se comprometen a descarbonizar sus operaciones para 2050; y un total de 83.000 millones de dólares prometidos por gobiernos, empresas, inversores y filántropos para la acción climática. No es poco.

Mientras continúan las negociaciones, hay dos puntos que me parecen importantes.

En primer lugar, dada la ausencia de conclusiones firmes por un lado y la proliferación de iniciativas de pequeños grupos por otro, ¿cómo no cuestionar la gobernanza internacional? Cada país puede echar por tierra las ambiciones de los demás en su propio interés. En un tema que es por definición global, el consenso necesario para las decisiones de la COP rima con el mínimo común denominador, lo que es a todas luces inadecuado teniendo en cuenta lo que está en juego.

En segundo lugar, la extrema atención que se presta a las COP y a sus conclusiones tiene un efecto perverso: da la impresión de que sus declaraciones finales son nuestra única herramienta para tomar medidas climáticas. Pero esto no podría estar más lejos de la realidad. Tenemos que entender que cada minuto del año, en cualquier lugar de la Tierra, es una oportunidad para reducir nuestra huella medioambiental, en particular reduciendo la energía necesaria para hacer funcionar nuestro mundo. Reducir los residuos y la ineficacia que plagan nuestros procesos de producción no sólo no depende de un acuerdo firme en la COP, sino que representa la oportunidad económica del siglo. Todo esto se puede decidir a nivel personal, en la elección del alumbrado público, la facilidad administrativa con la que se pueden instalar paneles solares, la decisión de entrar en una economía circular, entre otros muchos ejemplos.


Pero, ¿estaría mejor el mundo sin las COP? No lo creo.

Mientras nuestro planeta está inmerso en una carrera existencial contrarreloj, ¿qué otro acontecimiento reúne, de todos los países, a tantos estratos de la sociedad: políticos, sector privado de todos los tamaños, activistas, medios de comunicación, ONG? Esta efervescencia da lugar a numerosas asociaciones, y la acción descentralizada es, si no más importante, al menos un complemento esencial de las negociaciones centralizadas.

Debemos reconocer que los tiempos están cambiando, y que la acción por el clima ya no es monopolio de los activistas. La necesidad urgente de actuar frente al cambio climático se combina con la oportunidad económica que representa la gestión eficiente de los recursos. El cambio hacia una economía cualitativa es inexorable: un nuevo modelo económico y, por tanto, social, basado no en la cantidad de producción, sino en la calidad de la eficiencia aplicada a nuestros productos, sistemas y procesos. Independientemente de las COP, pero en cierto modo gracias a ellas.

Este artículo apareció por primera vez en La Tribune, EFE Verde y Forum

Escrito por Bertrand Piccard en 11 de diciembre de 2023

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